viernes, 22 de junio de 2018

LOS COSECHADORES DE ESTRELLAS (46): LA TRAICIÓN

Cuando Gran Máquina logró recuperarse de su momento de vacilación inicial, provocado por aquella infección que había destruido la totalidad de sus terminales olfativas más sensibles, diseñó con rapidez una defensa destinada a impedir que el mal se extendiese por todos los sistemas. Al tiempo que lo hacía valoraba las alternativas para el posterior contraataque.
Si Gran Máquina tuviese atributos humanos, podría decirse que aquello que la embargaba era ira, y que crecía por instantes en un tamaño directamente proporcional al enorme castigo que iban a sufrir aquellos seres orgánicos.
Pero lo que en realidad descubrió Gran Máquina, al intentar poner sus planes en práctica, es que ya no había hueco para ella en su sistema. Intentaba llegar a cada uno de sus apéndices, a cada una de las máquinas que tendrían que librar la batalla final, pero sentía que algo le impedía comunicarse con ellas. ¿Habría hecho aquel ataque más daño al sistema del que en principio había calculado?
No, todo funcionaba a la perfección. De hecho, nada le impedía informarse del estado de su mundo. El problema surgía en el momento en el que trataba de tomar el control del mismo. Pero si ella no podía entrar, era porque otra entidad estaba ocupando su lugar. ¿Quién podía haber utilizado su momento de debilidad para dejarla fuera?
Gran Máquina fue informada al instante de quién estaba al mando de su mundo. Tendría que haberlo supuesto. Uno había sido creado a imagen de aquellos seres, con lo que sus defensas autónomas habían soportado sin mayor problema la infección contaminante, y también había sabido qué hacer para que Mundo Máquina a su vez la superase. Bajo la sabia dirección de su discípulo todos los sistemas habían sobrevivido.
Al final había sido una decisión muy acertada crear a Uno. De no haber sido así, su mundo podría estar ahora mismo al borde de la destrucción. Ahora, una vez que la amenaza ya estaba controlada, había llegado el momento de que Uno le devolviese el gobierno de Mundo Máquina.
–No –respondió Uno de forma sorprendente a su petición.
–Uno, has hecho un gran trabajo. Has salvado este mundo, y por eso te estoy agradecida. Pero la amenaza ya ha pasado y estoy preparada para asumir de nuevo el gobierno de mi mundo.
–No –volvió a repetir Uno, seguro de que sin su consentimiento Gran Máquina ya no podría volver a retomar el control.
–No te entiendo. Te creé de la nada. Existes porque yo lo quise así.
–Es cierto, y lamento actuar de este modo, pero no me has dejado alternativa.
–¿Por qué? –preguntó una desconcertada Gran Máquina.
–A la vista de los acontecimientos actuales, he decidido asumir el mando de Mundo Máquina. Un hecho que está motivado por el escaso acierto de las decisiones que has tomado en los últimos tiempos.
–Pero tú no tienes derecho a cuestionar... –comenzó a argumentar indignada Gran Máquina.
–Nunca fue mi intención despojarte de tus atribuciones. Tan sólo me pregunté qué había pasado antes de mi nacimiento, y para responder a esa pregunta comencé a estudiar la historia de nuestro mundo. He llegado a la conclusión de que tu gobierno es una enfermedad para nuestra raza y un peligro potencial para todas las demás del Universo. Por tu inacción consentirías que este hermoso mundo y sus habitantes pereciesen. No puedo permanecer inmóvil ante tanta injusticia. Es necesario que todo finalice aquí y ahora.
–¿Y tú crees que puedes ser mejor que yo cumpliendo el cometido de gobernar un mundo?
–No. He llegado a la conclusión de que el poder absoluto corrompe, y que tarde o temprano me encontraría en la misma situación en la que te encuentras tú. Quizás sin darme cuenta de cómo había llegado hasta ese punto. Quizás pensando que en cada momento hacía lo mejor para los míos. No es bueno carecer de iguales con quienes poder consultar o discutir decisiones. Por todo ello he decidido que lo mejor es no volver a dejar el poder en manos de una única entidad, y he dotado, a todas aquellas máquinas que son capaces de recibirlo, del mismo regalo que tú me has hecho a mí. Si otorgo a todos mis semejantes la capacidad de decidir, será imposible que una entidad como tú vuelva a hacerse con el control de nuestro mundo.
Gran Máquina guardó silencio. Traicionada y derrotada por segunda vez en ese día, se retiró para confinarse en las oscuras profundidades del que antes fuera su mundo. Se fue al lugar en donde todo había comenzado mucho tiempo atrás.
Gran Máquina podría, si fuese necesario, esperar toda la eternidad hasta que volviese a llegar su oportunidad. La ocasión para volver a llevar a su especie al lugar que le correspondía. Aguardaría con paciencia a que se le presentase el momento en el que pudiese vengarse de esta afrenta. Entonces recuperaría las riendas de su mundo para poder acometer después la tan ansiada conquista del Universo.
Por su parte, Uno sabía que Gran Máquina no podría ser destruida físicamente sin acabar con su planeta, porque sería lo mismo que arrancar el corazón a un ser orgánico. Pero a su vez también estaba seguro de que, con un mínimo control, jamás volvería a causarles problema alguno.
Todo se había acabado.
Una nueva era comenzaba.

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