Esa fue la duda que Uno estaba esperando. La brecha en la
inexpugnable defensa de Gran Máquina. El milagro que aquellos seres precisaban.
Si de verdad quería cambiar algo en Mundo Máquina, Uno no debía desperdiciar
esa oportunidad.
Nada en todo el Universo podía burlar las defensas exteriores
de Mundo Máquina. Pero Gran Máquina había cometido el inmenso error de
consentir que aquellos seres se introdujesen en su fortaleza, y a su vez los
extraños, sin saberlo, habían traído la infección al corazón de su mundo. Allí
donde las máquinas eran más vulnerables. La enfermedad no sería ni mortal, ni
definitiva, pero su virulencia sería suficiente como para que cundiese el caos
y el descontrol.
Uno sabía que esa situación no duraría mucho tiempo. El
desconcierto inicial de Gran Máquina daría paso a un análisis pormenorizado y
exhaustivo de la agresión, y a una búsqueda de la mejor defensa posible contra
la amenaza. Después Gran Máquina pasaría al ataque. Entonces sería implacable e
imparable en su respuesta.
Y todo ese proceso podría durar tan solo un instante.
No tenía mucho tiempo.
Uno sentía cómo la presión que Gran Máquina ejercía sobre él
estaba aflojando. Aquellas criaturas orgánicas habían logrado infectar todos
los sistemas, y la enfermedad afectaba cada vez a más y más máquinas.
Necesitaba actuar y debía de hacerlo rápido. Tenía que
intentar asumir el control, arrebatándole a Gran Máquina su poder, aunque sólo
fuese porque no estaba de acuerdo con la sentencia decretada contra aquellas
criaturas.
Uno aprovechó la
ausencia de Gran Máquina, y se conectó con el sistema neuronal de su mundo.
Después penetró profundamente en él para asumir la autoridad de un sistema que
conocía a la perfección. No en vano corría por sus circuitos la mismísima
chispa vital de Gran Máquina.
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