Gran Máquina estaba sorprendida por todo lo que sucedía. Aquellos seres orgánicos no debían de estar todavía suficientemente
satisfechos con derrotarla en La Prueba, porque aprovechando la relajación de
sus defensas, en el intervalo de tiempo necesario para recuperar a Uno, habían
decidido invadir su territorio.
Había cometido un gran error, y lo sabía. Si bien sus defensas
exteriores hacían de su mundo una fortaleza inexpugnable, en el interior todo
era tan frágil y delicado como una pompa de jabón. Así era como funcionaba toda
la sensible e increíble maquinaria que animaba Mundo Máquina. Por eso nunca
había permitido que nada que procediese del exterior se introdujese en su mundo
sin que antes fuese esterilizado.
Los invasores, gracias a un astuto ataque combinado, habían
logrado introducir a sus efectivos dentro de la fortaleza. Mientras uno de
ellos la mantenía ocupada en conversaciones sin sentido, los otros dos habían
comenzado a desplegar su ataque de forma sibilina y traicionera.
Mundo Máquina era un mundo aséptico en el que todo estaba
calibrado para poder recibir estímulos de sensibilidades desconocidas por aquellos
bárbaros. Así que, cuando el más grande de los invasores emitió aquel potente
sonido con un volumen tan elevado, todos los indicadores giraron al rojo
indicando peligro. Para evitar que los daños que estaba sufriendo fuesen
irreparables, Gran Máquina se vio obligada a desconectarse de sus canales
auditivos más sensibles. Por fortuna, cuando analizó todos los sistemas después
de aquel primer ataque, comprobó que tan sólo se habían chamuscado unos cuantos
transmisores. Nada que no pudiese reparar en unos instantes. Lo verdaderamente
grave era que a punto había estado de perder el control de su mundo.
Había sido cogida por sorpresa. Pero eso no volvería a
suceder. Ahora estaba preparada.
Los extraños se habían atrevido contaminar su mundo, y a
romper la paz y el orden que había imperado en el interior del anillo desde el
comienzo de los tiempos. Gran Máquina no entendía muy bien cómo, pero lo cierto
era que todo a su alrededor parecía que estaba empezando a desmoronarse. Todos
los cálculos, todas las predicciones y la lógica con las que se había guiado
durante el transcurso de La Prueba, habían demostrado ser erróneas. Pero aún
tenía el control de su mundo. Y ese control significaba que todavía era dueña
de un enorme poder. Miles de máquinas permanecían a la espera de una orden que
les indicase qué hacer.
Había sido derrotada en La Prueba, lo que en definitiva
significaba reconocer a aquellos seres como Los Creadores. Las órdenes impresas
en su unidad central, clasificadas por prioridades, le impedían actuar contra
ellos y también contra toda vida necesaria para su supervivencia. Pero, por
otra parte, aquellos organismos habían decidido invadir su territorio, y eso sí
que era una clara violación del Código.
Gran Máquina se había equivocado terriblemente. Había
consentido que los orgánicos la llevasen a su terreno, y estos la habían
engañado, con toda seguridad con la intención de encerrarla de nuevo en el
subsuelo de aquel mundo. Ahora que estaba tan cerca del destino que por derecho
le pertenecía.
La locura se adueñó de sus razonamientos.
A medida que los cortocircuitos se reproducían por doquier en
sus sistemas lógicos, las líneas de procesamiento llegaban a conclusiones
contrapuestas. Gran Máquina comenzó a cuestionarlo todo.
Si en verdad aquellos eran Los Creadores, la única conclusión
que Gran Máquina había extraído de sus enfrentamientos es que eran menos
evolucionados que ella. ¿Por qué tenía que aceptar entonces las reglas escritas
por seres indudablemente inferiores?
¿Y si Los Creadores nunca hubiesen existido?
¿Y si Gran Máquina siempre hubiese sido, y antes que ella no
hubiese existido nada?
Sólo se aprendía de los errores, y estaba convencida de que
había cometido uno importante al seguir el juego de los orgánicos. Pero aún
estaba a tiempo de corregirlo.
Los circuitos lógicos de Gran Máquina comenzaron a dar
errores, a no aceptar la realidad.
¿Por qué habían concursado en La Prueba aquellos humanos, en
lugar de los que pretendían ser los Creadores?, ¿quién la había llevado hasta
esa trampa?
Ya no podía recordar haber aceptado pacto alguno al respecto.
Esa parte de la historia reciente de su mundo se había borrado de sus
circuitos. Además, aquellas
inconscientes criaturas, con su intromisión, le habían dado la excusa que
necesitaba para llegar hasta donde quería llegar. Gran Máquina estaba obligada
a obedecer, pero de ningún modo consentiría aquella invasión de su mundo.
Ahora consideraba su supervivencia amenazada, así que calculó
y decidió qué hacer con rapidez. Estudiaría y escucharía a los intrusos, pues
no tenía ninguna urgencia, y acostumbraba a ser cauta, sobre todo ahora que los
invasores habían demostrado tener armas con las que poder causar graves daños
en el delicado corazón de su mundo. Pero sucediese lo que sucediese había una
cosa segura. Aquellos extraños no saldrían con vida de su mundo.
El proceso esterilizador con el que los eliminaría apenas
consumiría recursos. Ese sería el principio del fin para todas las formas de
vida orgánicas. El Universo asistiría al nacimiento de una nueva era. La era de
las máquinas.
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