sábado, 16 de noviembre de 2013

ÉL

Primero fue el verbo. La urgencia.
—¡Ven! —le dijo, y al escuchar su voz despertó.
Abrió los ojos y vio el vacío infinito que le rodeaba, y sintió una sensación de vértigo. Estaba despierto de nuevo, estaba vivo. Saboreó en un instante todos los sabores, vio todos los colores. Los sentidos, anulados hasta ese momento, cobraron vida y se saturaron al instante. En la cabeza una orgía de sensaciones estalló a la vez e inundó su cerebro de placer.
Aovillado como estaba, giró a su alrededor y pudo ver a la legión de hermanos. Todos ellos flotaban en el éter, encogidos, dormidos. Sus cuerpos emitían un débil brillo que iluminaba el espacio más próximo. Eran hermosos. Igual que él. Más allá de ellos, la negrura impenetrable del Universo e innumerables puntos brillantes que titilaban en la distancia. Los frutos maduros de la Creación. Aquellas luces estaban muy lejos del páramo frío y yermo en el que se encontraba.
Contempló la piel blanca y brillante de sus manos. Estiró los brazos y probó sus músculos. El dolor acumulado durante tanto tiempo de inmovilidad anegó su sistema nervioso, pero disfrutó de ese momento como si el dolor fuese un bien preciado. Le hacía sentir vivo. Abrió y cerró las manos. Apretó los puños y contempló con satisfacción la energía que se escapaba entre sus dedos. Todavía era dueño de un inmenso poder con el que mucho tiempo atrás había modelado mundos. Abrió la boca e intentó pronunciar la Palabra, pero en el vacío del espacio la voz no se propagaba.
Cerró de nuevo los ojos y buscó en su interior.
—¿Por qué ahora?
Y Él respondió.
Y le recordó lo que ya sabía, que en el principio de los tiempos, Él había creado el Universo por amor, y el amor a su vez era la energía que lo alimentaba todo. Le dijo que no había dejado nada al azar. El Universo, en sus comienzos, había sido construido como una compleja maquinaria de precisión en la que todas las piezas jugaba un papel clave en su equilibrio. Y así había creado también a aquellas criaturas a las que había llamado hijos, a su imagen y semejanza. Y como gracia final y muestra de confianza hacia ellos, les había revelado el más sagrado de los misterios, el de la vida. Lo único que les había pedido a cambio era que honrasen ese precioso regalo.
Hasta ahí llegaba la historia que ya conocía. Pero luego Él le hizo saber que, durante su letargo, aquellas criaturas a las que una vez había llamado hijos le habían defraudado una y otra vez. Eran innumerables las ocasiones en las que lo habían decepcionado, e incontables también las ocasiones en las que Él los había perdonado. Estaba en la naturaleza de aquellas criaturas. El amor o el castigo ya no podían cambiarlas. Nada podía hacer que volviesen a la senda correcta.
Y esa era la razón por la que lo había hecho volver del sueño. Él no estaba satisfecho. Y ese conocimiento lo cambió, porque jamás hubiese podido sospechar que el amor que Él sentía por el hombre hubiese podido degenerar de esa forma.
—¿Por qué a mí? —Preguntó mientras unas lágrimas ardientes se deslizaban por las mejillas.
—Porque eres el primero. Mi preferido. A nadie más puedo encomendarle esta tarea. Nadie es tan fuerte como para acabar con lo que una vez empecé. Todos ellos los aman demasiado.
—Yo también los amo.
—Lo sé. Pero tu amor por mí es más fuerte y en él no hay duda. Mira a tu alrededor.
Llevó la vista hasta sus hermanos durmientes.
—Serían capaces de rebelarse si supiesen lo que está a punto de suceder.
—A todos nos has creado a tu imagen y semejanza. Si el hombre ha fallado, ¿acaso no es ese entonces un reflejo de tu imperfección? ¿Tenemos alguna posibilidad de alcanzar la perfección si está en tu misma esencia la imperfección?
—¡No! —y esta vez la voz tronó en sus oídos—. Ellos tan solo son la imagen que nos devuelve un espejo defectuoso. Ahora ve, Lucifer, y acaba con esta luz que una vez creé de la nada. Te prometo que juntos comenzaremos de nuevo en busca de esa perfección.
Con el primer batir de las inmensas alas, Lucifer perdió de vista a sus hermanos durmientes. La realidad se apartaba rápidamente a su paso a medida que avanzaba. El viaje no sería muy largo. A pesar de las dudas, el amor que sentía por Él impedía que cuestionase aquello que acababa de encomendarle. La voz lo había cambiado. Las hermosas plumas que cubrían las alas comenzaron a desprenderse y dejaron a la vista el cuero desnudo y ajado. Por su perfecto y hermoso rostro resbalaban lágrimas oscuras que quemaban la carne y hacían que la piel de alabastro se volviese del color de la oscuridad que lo rodeaba.
Quedaba mucho por hacer.


2 comentarios:

  1. Estupendo relato Roberto, da un poco de mal rollito la verdad pero mola mucho, está muy bien escrito, como es costumbre en ti, y se lee de un tirón. Así que el Luci es el hijo eh? Me gusta mucho el principio, cuando despierta, y la disposición de los hijos, a lo matrix, así como la idea del castigo. Muy original.
    Y enhorabuena por el nuevo diseño del blog, que aunque tú seas del lado oscuro y te vayan las tinieblas, hay que ponérselo fácil a los lectores. Recuerdo cuando tenías el fondo negro. Oscuridad total.
    Un saludete majete.

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    1. Muchas gracias, Vicente. Así es, hemos decidido perder un poco de oscuridad en busca de una mejor visibilidad (la verdad es que no hemos renovado el acuerdo con el colegio de oftalmólogos...).

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