Cuando Gran Máquina dio por fin el visto bueno a su creación,
se tomó un instante de descanso para recrearse con su obra.
Con las toneladas de datos que había extraído del primer
enfrentamiento había conseguido crear, a imagen y semejanza de su contrincante,
la máquina perfecta. Había replicado a su rival, pero con los parámetros de
Mundo Máquina. Mejorado con los conocimientos y la sabiduría almacenados durante
eones de existencia. Ahora sólo quedaba aportar la chispa que animase a aquella
máquina. Hacerlo sería como arrancar una parte de sí misma, y significaría
consentir que hubiese más de una
inteligencia en Mundo Máquina. Aquello que se erguía frente a ella, inerte
todavía, era una novedad, y Gran Máquina tenía asumido que también aportaría un
componente de riesgo al control de su mundo. Aquella máquina podría analizar y
decidir por sí misma, fuera de su control.
Titubeó durante un instante en el que volvió a repasar cálculos y
análisis. No había alternativa.
Gran Máquina nunca se
había encontrado con un igual hasta este momento, y se preguntó por qué no
había acometido la creación de un ser como aquel mucho antes. La respuesta era
evidente, hasta ahora no había sido necesario. Aquella nueva máquina abrió sus
ojos y cobró conciencia de su propia existencia. Gran Máquina saludó a su
creación y se dio cuenta de que, por primera vez, no sabía cómo iba a responder
un ser creado en Mundo Máquina.
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