La mamá de Pablo se preocupaba más a medida que leía la documentación
que le habían enviado sus compañeros de laboratorio. Aunque los niños todavía
no lo sabían, porque había decidido no darles la noticia hasta dentro de unos
días, estaba esperando otro bebé. El médico le había recomendado descanso, y se
había tomado un par de semanas de vacaciones. Desde entonces no abría su correo
electrónico. Había varios mensajes sin leer, pero sólo uno era importante.
La noche anterior, sus colegas habían intentado ponerse en
contacto con ella para darle los datos del problema, ya que precisaban de su
análisis de la situación, pero no lo habían conseguido. El sol había descendido
en su actividad casi un tres por ciento, lo cual era una barbaridad, sobre todo
teniendo en cuenta que no había motivos para que eso sucediese. Recordaba sus
propias palabras, mientras les contaba a sus hijos que el sol era como una gran
pila que agotaría su combustible dentro de miles de años. No tenía sentido lo
que le estaba sucediendo ahora.
Además, unas extrañas bandas de decoloración habían aparecido
sobre su superficie, a la altura del ecuador. Algo que podría tener que ver con
el problema, puesto que ambas cosas sucedían al mismo tiempo.
Necesitaba más datos. Por la mañana llamaría al centro de
investigación y hablaría con sus compañeros. Vería si había alguna novedad
sobre el tema.
Ahora estaba muy cansada y hasta un poco nerviosa. En dos días tenía
cita con su médico y eso era lo que ahora requería toda su atención. En la
última visita, el doctor le había dicho que tenían que repetir una prueba. Eso
no era ni bueno, ni malo. Sólo el siguiente paso de un proceso, en el que se
necesitaba ver algo que no se había visto en la primera ocasión. Pero, a pesar
de ser algo normal, no podía evitar que los nervios la dominasen de vez en
cuando.
Apagó la luz de su
despacho y se fue a la cama.
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