Uno había sido creado como una entidad autónoma, capaz de
tomar decisiones por su cuenta, a imagen y semejanza de su rival. Pero mejorada
según la interpretación de Gran Máquina, que había copiado con el mayor de los
detalles y dentro de las lógicas limitaciones, hasta la forma física de Pablo.
El plagio podría haber sido considerado por cualquier observador como una
burla, o incluso como una posible muestra de humor por parte de Gran Máquina.
Nada más lejos de la realidad. Las máquinas no tenían sentido
del humor. Esa era una función superflua, como tantas otras de aquellos
organismos biológicos, producto, según los análisis de Gran Máquina, de una
evolución ineficaz e incompleta.
Gran Máquina, que no necesitaba dar explicaciones a nadie de
sus actos, tan sólo había tenido en cuenta una prioridad a la hora de concebir
a Uno tal y como lo había hecho. La de demostrar la ineficacia del diseño
orgánico en el mismo volumen que ocupaban aquellas criaturas. Gran Máquina
hasta ese momento se había limitado a retardar la llegada de aquellos otros dos
seres, y a calcular probabilidades para predecir el futuro en base a lo que
sucedía.
Pero había algo que no acababa de encajar y la desconcertaba.
Aquellos dos cachorros humanos debían de tener un plan oculto. Sus erráticos
movimientos tenían que obedecer a alguna finalidad que por el momento se le
escapaba. No era lógico que mostrasen unos signos de alegría tan grandes.
Sabía, gracias a sus análisis, que cuando aquellos seres mostraban aquel estado
de euforia era porque las cosas les estaban saliendo bien. Sin embargo los
hechos demostraban que no era así.
¿O acaso la engañaban sus sensores?
Gran Máquina estaba un poco preocupada. Por eso analizaba una
y otra vez el gran chorro de datos que le llegaba desde sus sensibles
terminales en la Cámara, y estudiaba cada movimiento de sus rivales de forma
auditiva, olfativa y visual. Precisaba descifrar el oscuro lenguaje con el que
aquellos seres se comunicaban entre sí. Estaba convencida de que ocultaban sus
intenciones envueltas en aquellas palabras aparentemente sin sentido.
Y lo de tomar el mando al revés... eso parecía otra muestra
más de la seguridad que estaban exhibiendo durante todo el transcurso de La
Prueba. Tenía que haber algo que se le escapaba y que todavía no había sido
capaz de descubrir. Y no quería verse sorprendida de nuevo.
<<Mola pila Pelalo>>, recibió a través de sus
receptores auditivos.
Con su increíble capacidad de análisis, comenzó a realizar
variaciones de aquella frase en todos los lenguajes conocidos. Partió de la premisa
inicial de que <<Pelalo>> debía de ser en realidad
<<Pelayo>>, el nombre con el que designaban al más pequeño de los
dos contrincantes. Y comenzó a realizar combinaciones con el resto de las
palabras para intentar traducirlas.
<<Mola pila >> podría ser
<<morapira>>... pero eso no tenía sentido alguno.
<<Molapira>>... sin sentido.
<<Morapila>>... sin sentido.
<<Gaaaaaaa>>, volvió a llegarle otro sonido desde
la Cámara, y eso también podía significar cualquier cosa.
Pero donde se rompieron todos sus esquemas lógicos fue cuando
sus transistores recibieron la siguiente comunicación. Tal fue su desconcierto,
que solicitó comprobación y verificación de aquel sonido. Pero no había error
posible, la trascripción era fiel y exacta.
<<Ambaguashita>>, palabra con la que sus
contrincantes cambiaron radicalmente su forma de actuar.
Muy desconcertante. Justo después de pronunciar aquella
palabra, que más bien parecía una declaración de guerra que otra cosa, de uno
de aquellos peculiares seres emanó una nube de gas contaminante. Gran Máquina
comprobó impotente cómo el astuto y sorpresivo ataque químico inutilizaba sus
terminales nerviosas más sensibles.
Ahora tenía la convicción de que estaba a punto de suceder
algo importante. Hasta ahora habían dejado que se confiase con alguna finalidad
que todavía permanecía oculta. Como cuando había caído, en el primer
enfrentamiento, en la burda trampa del aceite.
Aunque las posibilidades de que su vehículo saliese derrotado
eran casi nulas, todavía no eran igual a cero, y en momentos como aquel, en el
que sus rivales jugaban ocultando sus cartas, eso seguía constituyendo un
problema. Necesitaba pasar al ataque.
Y fue entonces cuando Gran Máquina vio que la posibilidad de
hacer que la victoria no dependiese del contrincante se había presentado por
fin. La ocasión que llevaba esperando desde el comienzo de La Prueba había
llegado.
Gran Máquina se comunicó con Uno en su lenguaje, para
transmitirle su análisis de la situación y la solución definitiva que proponía.
El vehículo que Uno pilotaba era el más adecuado a las
características del terreno en el que competían. No portaba armas de ataque,
pero sus bajos estaban blindados de tal forma, que le hacían prácticamente
invulnerable ante cualquier choque en esa zona. Si Uno embistiese el frágil
bólido de sus rivales de la forma adecuada, acabaría por fin con ellos y sólo
tendría que poner especial atención a las trampas del circuito. Gran Máquina no
quería dejarles la posibilidad de utilizar sus cartas ocultas, fuesen cuales
fuesen. No se arriesgaría a concederles ni una oportunidad porque no se fiaba
de ellos en absoluto.
Uno recibió el mensaje, pero lejos de estar de acuerdo con
él, aportó su propia solución, que era la de no arriesgar la integridad de su
máquina. Uno prefería rodear a su contrincante, lejos de su alcance, y
adelantarle por tercera y última vez.
Gran Máquina, que nunca antes había sido cuestionada en el
mundo que gobernaba, se tomó la respuesta de Uno como un motín y trató de
imponerle su alternativa con una orden directa y tajante.
Uno, hecho a imagen y semejanza de aquellos seres con los que
competía, trató de resistirse con obcecación a la solución que Gran Máquina
trataba de imponerle.
De ese modo, como
resultado del tira y afloja entre Uno y Gran Máquina, sucedió algo que ninguno
de los dos había previsto. El blindado se paró y se quedó clavado. Justo detrás
del bólido de sus rivales.
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