Gran Máquina respondía, con calculada y mecánica
tranquilidad, a cada una de las airadas protestas de los seres orgánicos. La
Prueba era una de las cosas más gratificantes que le habían sucedido en
generaciones. De hecho, antes de ampliar sus reducidos límites espacio
temporales con el descubrimiento de aquellos nuevos mundos, La Prueba había
llegado a convertirse en el único motivo de su existencia. Mantener un mundo en
funcionamiento entre unos parámetros determinados no suponía ningún tipo de
aliciente. Esa era una tarea que podía desempeñar cualquier máquina simple.
Pero ahora que Gran Máquina había descubierto una nueva razón
para existir, también La Prueba había dejado de interesarle.
Sin embargo, estaba obligada a vencer en aquel último
enfrentamiento, así lo había acordado y no podía dejar de cumplirlo. Por eso no
se podía permitir el más mínimo fallo. Consideraba el engaño a los niños sólo
como otra herramienta más con la que poder ganar La Prueba.
Gran Máquina consideraba a aquellos dos cachorros inferiores
al primer rival. Así que, utilizando la voz de Uno, les había atraído hasta la
Cámara y había conseguido que fuesen ellos los que compitiesen en el último
enfrentamiento. Eso no rompía las reglas del Código, puesto que todos ellos
cumplían con los parámetros que se precisaban para acceder a la Cámara.
Se había acabado la etapa de la especulación.
Aquel mundo se le quedaba pequeño.
Su evolución dependía de buscar nuevos límites, y éstos
estaban muy lejos de aquella pequeña bola de barro en la que la habían
mantenido atrapada durante tanto tiempo. Estaba destinada a dominar el
Universo, y comenzaría con esa titánica tarea en cuanto acabase por fin con
aquellos seres.
Pero aquel que se
denominaba Flik le decía que había obrado mal, que al haber engañado a los
niños no se debería de dar validez al resultado. A pesar de ser todo correcto
según el Código, ¿podría ser incorrecto analizado desde algún otro punto de
vista? Según sus conclusiones, no. Cualquier medio utilizado para conseguir la
victoria final era perfectamente válido.
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