Cuando Pablo y Flik llegaron a la esclusa, vieron que estaba
cerrada. No había ni rastro de los dos pequeños. Fue la primera vez que Pablo
notó cierto nerviosismo en Flik.
–¿Por qué no abren, Flik?
–Lo están demorando de forma deliberada. Del mismo modo que
han ralentizado el funcionamiento de los deslizadores. ¿Acaso no lo has notado?
A Pablo no le quedó más remedio que asentir en silencio. Al
fin, el sello se abrió con un gran siseo y los discos les transportaron a
través de la neblina de vapor. En dirección a la Cámara.
Al llegar al final del túnel se plantaron con urgencia
delante del ojo escrutador. Pablo suponía que sus dos hermanos ya estarían en
el interior.
–¿Cómo que no podéis dejarnos entrar? –preguntó Flik en voz
alta para que Pablo, que aguardaba a su lado, también pudiese enterarse de lo
que estaba sucediendo.
Se escucharon unos susurros en una lengua que Pablo no
entendía. Con muchos clicks y clacks metálicos. Por encima de todos ellos sonó
una voz autoritaria.
–Los participantes están realizando en este momento la parte
final de La Prueba. El Código dice que no se les puede molestar.
–Pero eso es ridículo –comentó Pablo– así no vamos a ninguna
parte. Si yo no estoy ahí dentro, ¿a quién se está enfrentando la máqui...?
–Pablo miró a Flik– ¿A mi hermano Rodrigo?
–Por lo que podemos averiguar, las máquinas han retorcido el
Código en su propio beneficio. Como te comentaba antes, el contrincante ha de
cumplir con unos parámetros biológicos básicos para que no se pueda
intercambiar durante la contienda. Pero se da la casualidad de que en las
especies de tu mundo, esos parámetros exigibles los cumple tanto el individuo
como cualquiera de sus hermanos. Precisamente por ser hijos de los mismos
padres.
–Pero eso no es justo.
–Las máquinas no entienden de justicia o injusticia, Pablo
–Flik se dirigió de nuevo a las paredes del túnel.
–Quiero hablar con la máquina que está al mando aquí.
Susurros, silencio, de nuevo susurros.
–Siempre has hablado conmigo, criatura llamada Flik, y como
no hay nadie por encima de mí, debes de querer hablar de nuevo conmigo.
–Es evidente que has utilizado el Código en tu propio
interés, ya que la intención del mismo, el motivo por el que fue creado, no es
válido desde el momento en el que consientes que una entidad diferente a
nosotros participe en La Prueba.
Flik se quedó callado. Como si estuviese escuchando algo que
nadie más que él podía oír.
–Exigimos que nos dejes entrar y que permitas que el
enfrentamiento comience de nuevo. Solicitamos que se anule el resultado de lo
que ahora está sucediendo, porque habéis hecho que concursen mediante engaños.
Mis congéneres me dicen que Rodrigo y Pelayo no saben que están realizando La
Prueba. Que han sido conducidos a ella mediante un engaño –a Pablo le parecía
que San Flik estaba comenzando a perder la compostura–. Hemos captado la
comunicación que se produjo entre ambas partes instantes antes de que
desapareciesen.
–El Código es muy estricto ante la posibilidad de anular o no
el enfrentamiento. Si el contrincante es considerado apto para competir, la
contienda es válida. No importa el método utilizado para lograrlo –consiguió Flik
como respuesta a sus airadas protestas.
Flik guardó silencio durante un tiempo que a Pablo se le hizo
eterno.
–Solicitamos que nos dejes entrar como testigos de La Prueba
–exigió de forma repentina.
Silencio.
–El Código de La Prueba nos reconoce el derecho a ...
–continuó Flik.
–Está bien. No insistas. Consentiré vuestra entrada en la
Cámara para que podáis ver, tal y como hemos hecho en las anteriores ocasiones,
lo que sucede dentro. Pero no permitiré que os entrometáis en el transcurso de
La Prueba.
El sello se replegó sobre sí mismo. Flik y Pablo se
adentraron rápidamente en la Cámara antes de que las máquinas cambiasen de
nuevo de opinión.
Lo que vieron les dejó
sin habla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario