En un día como aquel nunca podría haber sucedido algo bueno.
Debería de haberlo sabido, pensó Pablo, mientras regresaban cabizbajos hacia el
portal que les llevaría de nuevo a su mundo. Flik hablaba y hablaba intentando
subir la maltrecha moral de su amigo, pero Pablo no le escuchaba. Repasaba
mentalmente la carrera. Realmente no había tenido opción alguna.
Desde el primer movimiento había quedado claro que su
contrincante no tenía nada que ver con el del primer enfrentamiento. Sus
movimientos eran más precisos. Su respuesta ante cada desafío era más exacta y
más rápida. Además, el circuito que habían elegido las máquinas no era
precisamente el más favorable para las aptitudes de Pablo. El más mínimo error
quedaba magnificado por el efecto deslizante del hielo y él se había salido de
la pista hasta en siete ocasiones. En una de ellas había roto una pieza
fundamental de su vehículo, que había hecho que su velocidad máxima se redujese
de una forma drástica.
Con su coche mermado de facultades, Pablo contempló, sin
poder hacer nada por evitarlo, cómo Uno le pasaba en dos ocasiones con
insultante facilidad. Pero ni en esa situación se rindió Pablo, que utilizó el
último recurso del que su vehículo disponía, y lanzó el misil que portaba como
única arma mientras aguantaba la respiración. En circunstancias normales eso
podría haber dado resultado. Pero su contrincante era cualquier cosa menos
normal.
Pablo fue testigo de cómo el vehículo de Uno respondió a la
velocidad del pensamiento a su amenaza. Su rival utilizó un derrape deslizante,
y se zafó del proyectil con la elegancia propia de un bailarín.
Cuando la carrera terminó, Uno se levantó y tendió la mano
con educación a Pablo, que la estrechó. Su tacto era duro, y a la vez suave y
cálido. Mezcla de cristal y terciopelo. Tras eso, Uno desapareció de la misma
misteriosa forma en que había aparecido.
Cuando llegaron al portal, Flik seguía intentando quitarle
hierro al asunto, recordándoles que todavía tenían tiempo. Pero las cosas en
Mundo Flik se estaban deteriorando de una forma demasiado rápida. Quizás todo
finalizase antes incluso de la siguiente carrera.
–Flik, hay algo más que aún no te he contado –confesó Pablo–,
esta noche he tenido un sueño. Creo que las máquinas han descubierto mi mundo.
–Pero eso no es posible... –trató de argumentar Flik.
–No se cómo, pero lo cierto es que todo encaja. Algo le está
pasando a nuestro Sol...
–¿A vuestra estrella?
–Zí, ez veldad. Lo dico mi mamá y ella nunca ze evicoca.
–Es algo tan raro, que sólo encajaría si las máquinas le
estuviesen haciendo daño de alguna forma –continuó Pablo.
–Lo único que os puedo asegurar es que me encargaré en
persona de estudiar vuestro problema, creedme. Ahora lo más conveniente es que
ambos volváis a la Tierra y tratéis de descansar un poco. Mañana tendrá lugar
el enfrentamiento final.
Cuando los niños volvieron a su jardín, la tormenta seguía en
el mismo punto en el que la habían dejado. Los truenos sonaban demasiado cerca.
Aquella tarde transcurrió muy lenta, y Pablo la dedicó a
entrenarse con la consola en el mismo terreno en el que había sido tan cruelmente
derrotado. Según le había explicado Flik, las normas decían que en la tercera
ronda la pista sería elegida de forma aleatoria. Pero cuanto más jugaba en el
Planeta Congelado, más se daba cuenta de que nunca podría superar a Uno en
aquel terreno. Y lo peor de todo era que Pablo, en su interior, estaba seguro
de que Uno podría ser también mejor que él en cualquiera de los trazados en los
que se enfrentasen. Estaba tan desmoralizado, que de poco servían las palabras
de ánimo de su hermano. Por primera vez no podía quitarse de la cabeza la
enorme responsabilidad que cargaba sobre sus hombros. El futuro de Mundo Flik
dependía de lo que pasase el día siguiente. Y si la pesadilla que había sufrido
la noche anterior era de alguna forma premonitoria, quizás el del resto del
Universo también. Incluida la Tierra.
Cuando paró de llover los chicos salieron al jardín.
Confiaban en poder reunirse con sus amigos en la casa abandonada, pero cuando
llegaron al pasadizo secreto se encontraron con quien menos esperaban.
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